viernes, 25 de octubre de 2013

Sentencia contra la Doctrina Parot.

Nunca, desde que tengo uso de razón, he visto un ataque contra la sociedad española como el que se ha perpetrado con la sentencia que, en Estrasburgo y por el Tribunal de Derechos Humanos, ha sido dictada.
Creo que, tanto el gobierno anterior por colocar como magistrado a López Guerra, en tarea proclive a la excarcelación, como el actual, por no parar el proceso aduciendo alarma social en la mayoría del pueblo, peligro, dolor y una afrenta para las víctimas; han cometido un error. Más que un error. Una injusticia.
Se van a dejar en libertad y en poco tiempo a delincuentes asesinos y violadores que tienen manchadas sus manos con de sangre. Que causaron dolor, vergüenza y terror que solo terminaba con un disparo en la nuca o con la muerte de una inocente niña violada, martirizada y, que tras matarla, enterrarla para esconder su ignominia.
Ya han salido a la calle tres de éstos asesinos y un violador en serie. Tras ellos saldrán los demás. Aquellos que brindaron, al peor estilo mafioso, con champan cuando a Miguel Ángel Blanco, de rodillas y por la espalda, tras tres días de tortura, dispararon en la cabeza.
El violador y asesino de Marta Obregón, menor de 17 años, y Leticia Lebrato, de 22 años, también saldrá de prisión.
El violador reincidente y martirizador hasta la muerte de Olga Sangrador de 9 años, también.
Todos estos y otros, sin arrepentimiento veraz, sin el más pequeño atisbo de reinserción verídica, sonrientes y triunfantes, salen en libertad. La sociedad, por intereses políticos pierde su dignidad. Los asesinos ganan la partida pues, para ellos, tan solo es un juego de horror y miedo con el que conseguir sus objetivos.
Éstos, hoy merecedores de sus derechos humanos, destrozaron cientos de familias, atemorizaron a miles y horrorizaron a millones de españoles de bien. ¿Dónde se encuentran los derechos humanos para las víctimas, sus familias y la sociedad en general?¿Deberíamos acudir al Tribunal de Derechos Humanos en busca de justicia o, por lo menos, comprensión?
Podría hacer un alegato en argumentación de lo impropio de la aceptación de la sentencia, (que lo hay) y todo el mundo sabe cómo en otras ocasiones no se han acatado las sentencias de Tribunal de Derechos Humanos, tanto por España como por otros países europeos. Podría...Mas, no quiero añadir un dolor más a las víctimas y familiares constatando lo que ellos ya saben.
Los errores o conveniencias políticas jamás deberían pasar por encima del dolor y la muerte de inocentes. Jamás.
La Unión Europea que alardea de demócrata y justa, en esta ocasión tendría que unirse al clamor de las personas de bien. No es ya una cuestión que ataña tan solo a España y su justicia. Atañe a todo el género humano ya que se ve inmerso en una maraña de leyes que en nada les benefician a no ser que se sea un delincuente.
Y en este caso, tan culpable es el PSOE por acción, como lo es el PP por omisión. Los españoles, el pueblo entero sin siglas, ni ideario, de izquierdas o derechas, la ciudadanía en general, clama y se duele por la tremenda injusticia.
Aplicar leyes sin atender a la razón, ni es justicia, ni es aceptable. Y si, por ende, se atiende al chantaje o al prurito personal, es una cobardía repugnante.
Hay muchas formas de matar. Con balas o con ideas y aquellas ideas que intentan convencer de la bondad de esta sentencia, son tan criminales como las balas o las manos que ejecutaron a tantas personas y niños. No por aplicar la ley a ciegas y en su más estricta literalidad se en mas limpio o puro, se es más honesto y ecuánime. No, cuando su cumplimiento añade más dolor, más miedo, más inseguridad. No cuando nos hace pensar que nada ni nadie nos protege, que estamos al pairo de intereses como meros peones en manos de los grandes jugadores de ajedrez esperando el jaque mate en el que todas las piezas pierden.
Missione.

miércoles, 16 de octubre de 2013

Los ojos sonríen tristes.¡Pi, pi, pi...Feliz!

Me fijé en aquella foto que me miraba desde el otro lado de la pantalla de mi ordenador. No era distinta a cualquier otra. Una foto de familia.
Me detuve por un instante, me fijé en aquellos ojos, sonrientes. Los párpados caídos por el peso de los años. ¿O no eran los años?
Aquello me hizo interesarme en aquél personaje, que me miraba sin él saberlo.
A pesar de que sonreía, su mirada era triste. Reflejaba la tristeza de lo que, seguramente, quiso ser y no fue. De la añoranza por el último tren perdido. La desesperación de ver las ilusiones truncadas.
Sonreía, si. Para engañarse a él mismo. Para engañar a todos.
Él se retrataba triunfante, no por él mismo. Triunfantes otros, su familia, sus amigos. O de eso quería convencerse, mentirse, engañarse. Por eso sonreía con los párpados y las cejas caídas. Las mejillas avejentadas, con barba medio cana, descuidada.
La boca reflejaba, en un rictus forzado, muchas copas bebidas en aras de la felicidad ficticia, la felicidad ajena, guardando para si aquél grito que luchaba por salir de sus labios. Aquél canto de libertad que convertido en susurro se decía, a si mismo, en la soledad de la noche. Cuando nadie le veía, cuando nadie le oía.
Jugué con aquella foto. Afeité su barba canosa, dulcifiqué su sonrisa ablandando los labios para que, al entreabrirlos y mostrar en algo su dentadura, no fueran un rictus. No pude retocar sus ojos...Los párpados, persistentes, seguían sobre sus ojos. Le puse unas gafas oscuras, al fin y al cabo, su mirada era oscura. Disimulé, como pude aquella tristeza honda, aquél mirarme desde una foto de Internet.
No quise jugar más, hasta me pareció impúdico jugar a cambiar una imagen, una vida y sus vivencias que, aunque tristes y desesperanzadoras, eran suyas.
Preferí pensar que, aunque hoy tristes, un día quizás lejano, aquella sonrisa fuera sincera, aquél grito que murmura entre dientes y a solas, lo gritara a los cuatro vientos. Sobre todo al viento del sur, que es el más acogedor y cálido. Imaginé sus ojos, sin el paraguas de sus párpados. Libre para reír, libres para llorar, Libres.
Cerré aquella página de Internet y, sin saber por qué, silbé. ¡Pi, pi, pi...Feliz! Pi, pi, pi...Triste.