domingo, 17 de noviembre de 2013

A Mi Madre. In Memoriam.

Se juntaron los cuatro vientos en la encrucijada del camino. Se juntaron, y a remolinos, tejieron un manto de luz que, como manos dulces, acariciaron mi pelo. Se juntaron los cuatro vientos. 
Un mar de verdor intenso apareció ante mis ojos. Suaves ondulaciones, los cuatro vientos dibujaron, para que mis lágrimas formaran parte del mar. Para que allí se guardaran, en un cofre, pleno de algas enredaditas de espuma. Para vestir mi pena de infinitos resplandores. Verdes, verdes, verdes... 
Una muralla de refulgentes colores entre ocres y amarillos, apareció a mi lado. Rocas, piedras sólidas e intemporales que los vientos, suavemente, acariciaron y hasta ellas me guiaron para que mi cuerpo, exhausto, de su fuerza se empapara. Me aferré a sus costados, vestidita de mar verde y espuma, desnuda de toda atadura. Trepé hasta la más alta, donde los vientos jugaban con las estrellas del cielo. Solícitos, arreglaron mi pelo enmarañado. Me lo cepilló el viento del Norte, me lo peinó el del Sur y entre el del Este y Oeste ráfagas de luz, en mi melena pusieron. 
El viento del Sur me trajo, como regalo primero, unos granitos de sal con los que roció mi cuerpo,  haciendo que mi piel resplandeciera al más leve destello. 
El viento del Norte tejió una diadema con cristales de frescor. Coronada de hielo y rocío, mi frente al cielo elevada, brillaba.
El viento del Este, en mis manos colocó un ramo de olivo y ciprés. Mientras, el del Oeste ponía flores y hojas de alcaparras, en mis pies. 
Trepé a la roca más alta, empujada por los vientos, buscando tocar el cielo, vestidita de mar verde, con cenefitas de espuma, coronada de hielo y rocío, con mi ramito de olivo , calzadita de alcaparras. Mi melena, cual bandera, en los vientos se batía.
Cuando llegué a la cima de aquella roca amarilla. Tus manos, madre, me izaron, sujetándome las mías. Me levantaste en vuelo hacia el infinito azul y los vientos , se reían, con su silbante sonrisa. Habían hecho bien su tarea.
Bailando en el espacio su danza de remolinos, se mezclaban y abrazaban, susurrándome al oído sonatas y mil canciones, y mi madre era feliz, y yo.... Feliz por ella. Que al fin, feliz era. 
Mi madre aflojó sus manos, se me escurrieron las mías entre sus dedos cálidos y... La brisa de sus besos fue cada vez más tenue y lejana. Solo su voz me quedaba que los vientos me traían y que suavemente decía...¡Hija, hija, hija ... !
Los vientos,  me acompañaron, en un derroche de formas, llevaron hasta el infinito aquellas palabras hermosas.
Con delicadeza y ternura me depositaron en la tierra llana y sin rocas. Me dejaron sus vestidos , sus diademas y sandalias, para que yo las vistiera, a escondidas en mi casa. Por la noche, yo solita, para que mi madre viera qué bonita era su hija. Y que al vestirme con ellas, no vea mi negra pena. Que mi madre sólo vea el verdor, la espuma y mi diadema . 

A 9 de Noviembre de 2001 

martes, 12 de noviembre de 2013

A mi perro Voy III, 26-12-06

A mi perro. 
Y, esta noche, te has ido. De repente y por sorpresa, si avisar, solo tu edad te delataba, esperándome en el duelo, a que fuera yo, quién te atendiera.¡Sabio perro! Que elegiste a tu dueña, por compañera en tu sueño, en tu adios, en tu, "te espero". 
A las 5. No de la tarde, como los toreros de casta. De la madrugada, como los perros fieles que, hasta para morirse, esperan a que se duerman los niños. Por no dar guerra, no dar tristezas. Las justas en lo importante. 
Y, te me has ido, cachorro, que yo te llamaba así. Cachorro, aunque muy viejo eras y grande como un borriquillo y pelúo y muy pelambrúo. De los de su linaje, pues era por título, el III. El más grande y fiero y, también, el más callejero. Que, el I, fue noble, por raza y pedigrí. El II, callejero, pero con una planta tan noble que, el primero, por notable, en nada desmerecía a su casta y su linaje. El III, fuiste tu, el más grande entre los grandes, el que mas mala leche tenías y, seguro que tendrás, allí, allá donde ahora estás. 
Te me has ido, perro fiel, te me has ido, con tu carita de malo, con tus resabios machistas, pero con un beso que, en el último momento, me has dado. Lametón de despedida, lametón de que “te quiero”, lametón de que “hasta luego”, lametón amigo mío, compañero. Guardián noble de tu casa, de tu gente, de lo tuyo que, es lo mío. 
¡ Que buena casta, cachorro, que buen perro, que guardián, que mala leche tenías, que guapo, que grande, que serio, que pastor de tu “rebaño”, que sutil con las visitas, que paciente con mis hijos!. Buen perro, aunque, vete tú a saber, quién preñó a tu madre, allá en la sierra, no se…¡ Vete tu a saber!. Que por hechuras, un lobo, por tamaño un Mastín, por lealtad un Pastor Alemán, por rapidez Ratonero, por señor Dálmata eras, con mis hijos juguetón, para mi padre su reto, para mi gato su juego y para mi, mi guardián y compañero. 
Descansa ya, perro guapo. Te quiero.
Missione
 14 Dic 2006

En memoria de Voy III.