sábado, 2 de mayo de 2015

Ya es Primavera en Madrid

Suave y lento deshojar de las horas en las ya cálidas tardes de mayo.
El invierno había sido muy lluvioso aquél año lo que hacía que los campos verdearan a su antojo con un derroche de frescura. El sol hacía tiempo que había hecho su último alarde, más las nubes, allá en el horizonte, conservaban sus últimos reflejos rosas y anaranjados, violetas, azulados que el astro sol les reflejaba: los arreboles.
                En el parque, algún bondadoso hombre paseaba a su perro con andar cansino ¡El calor había llegado! Los animalillos, como animados por la nueva situación, ladraban y jugueteaban.
                Al fondo, a la izquierda, se enseñoreaban los esbeltos álamos, alzando sus ramas al cielo como para acariciarlo en cadencioso balanceo, aquél cielo antes rosa y ahora de un azul intensísimo.
                Mis pies, apoyados lánguidamente en el antepecho de la azotea, dibujaban sobre el verde fondo del césped la imagen de la placidez. ¿Qué hay más plácido que unos pies apoyados en alto?
                Mi mirada se dirigió hacia el tobogán. Allí, un abuelo solícito, ayudaba a su nietecita a bajar por el.
                Al fondo, los ladridos nerviosos de los perros. A mi derecha el piar agradecido, al árbol frondoso, de los gorriones. Pasando bajo, casi rozando mi cabeza, en vuelos circulares, los murciélagos volaban buscando insectos.
                Y la luz descendía y aquél cielo, ahora azul cobalto y…No se porqué, se me venía a la memoria  aquellos versos otrora aprendidos: " Asia a un lado, al otro Europa. Y allá al frente Estambúl…”
                El sonido de un avión que cruzaba el espacio me sacó de mi ensoñación. Y vi, vi que la primavera había llegado a Madrid.
                Los olivos del parque estaban llenos de flores preconizando la abundante cosecha que nadie recogería…Las aceitunas que en enero, estarán caídas por el suelo para recordarme esta preciosa primavera.
Las flores amarillas de la retama lucían más intensas al caer la tarde, eran como pequeños puntitos luminosos, que desde mi terraza, refulgían y brillaban…Que extraños juegos ópticos hace la luz del sol al ponerse.
Poco a poco, la noche cayó. Desde mi azotea se divisaban los balones amarillos de luz…Farolas luminosas como enormes luciérnagas nocturnas. La gente se fue marchando y se hizo el silencio junto con las sombras que los árboles dibujaban sobre la tierra. Tan solo el murmullo de las hojas al frotarse unas contra otras movidas por la tenue brisa, rompía el silencio con un sonido que se asemejaba a las olas mansas cuando rompen en la arena de la playa.
Sentí en mi pecho una suave y tranquila calidez…-Ángela,- me dije.- Ya es primavera en Madrid.


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