Cabalgata de Reyes estilo Manuela Carmena
Como casi todos los
años, desde que tengo recuerdos, es tradición en mi familia pasar la tarde del
día cinco de enero recibiendo a los Reyes Magos en Madrid.
Mi ciudad siempre ha
participado activamente en esta fecha. Los padres llevan a sus hijos,
ilusionados, a lo que para ellos es la magia que les trae la Navidad en forma de
tres Reyes Magos: Melchor, Gaspar y Baltasar. A quienes les acompaña todo su
séquito. Camellos cargados con regalos, burros, caballos a los que guían
solícitos pajes ataviados de coloridas y elegantes vestiduras. Ni que decir
tiene que, los más elegantes, los que mejores vestiduras y más oro ostentaban
eran los tres Reyes ya que, un motivo tan importante como haber adorado al Niño
Dios, requería de tales vestiduras. Pues, aunque humilde había nacido en la
tierra, era el Rey de Reyes. Dios entre los hombres.
Los niños vivíamos
aquél día con auténtica ilusión y alborozo pues sabíamos que aquellos ancianos
sabios y bondadosos también nos dejarían algo en nuestros domicilios, siempre
que hubiéramos sido buenos...O regulares...O decididamente revoltosos. Los Reyes
Magos, en su bondad comprendían que, al ser niños, se nos olvidaran los buenos
deseos de vez en cuando.
Me extrañó, en primer
lugar, que la afluencia de público no fuera la acostumbrada. La Castellana no
era aquella calle que a izquierda o derecha se formaran barreras humanas de
diez o quince en fondo.
Y se inició la
Cabalgata...
Unos ciclistas con
chalecos pobretones y una especie de cordones metálicos en forma de gorro,
circulaban por la calzada sin ton, ni son. Mientras sonaban canciones étnicas
más propias de Tarzán que de otra cosa. Tras ellos, se alzaba un gigantesco
dragón de connotaciones chinas, acarreado por chinos. Un elefante indio. Muy
patoso, por cierto, gracias a quienes le manejaban.
Los coches antiguos de
los bomberos con unos pocos globos encima, dos autobuses de cuando eran
azules...
Entraban por la avenida
las carrozas. ¿Carrozas? En fin: carrozas. Y en una de ellas...¡¡¡Darth Vader
con sus huestes!!!! Ahí comenzó el dislate.
Los niños que, hasta
entonces guardaban aún su ilusión a pesar de la batukada y la ausencia de
villancicos, empezaron a cambiar sus caritas. A mi lado, una nena le decía a su
papá que tenía miedo. Otro comenzó a llorar. Una mamá le espetaba a su
marido.-Manolo: yo me voy.- Y Manolo, con su pequeñín en brazos y llorando, se
quedó sin ver las huríes que, no se qué pintaban allí, pero haberlas, había.
Como las meigas en Galicia.
Caramelos, hubo. No en
la mano, como siempre, lanzados. A pesar de que se dijo que no serían tirados
por el posible peligro que ello pudiera ocasionar en la chiquillería.
Los más mocitos, se
quejaban.- ¡ Vaya mierda de Cabalgata...!
Bien es verdad que,
mierda, fue lo más cariñoso y suave que escuché.
¡ Y, por fin, Los Reyes
Magos!
Santa Virgen, musité,
mientras ante mis ojos tres...Tres... ¡Bueno eran tres! De lo que fueran o
fuesen ¡Vaya usted a saber!
Barbas de medio pelo,
vestidos con las cortinas viejas del baño de un apartamento de vacaciones
barato. Baltasar masticando chicle. Las carrozas ni de feria de aldeita. Los
niños sin saber qué hacer con las puñeteras cartulinas que para colmo cortaban
con el canto. Las previsoras mamás hacía tiempo que ya se las habían quitado
cuando un Dj, vestido de piel de lobo (decían) atacaba con su salmodia de
música disco, dejando deslumbrados los ojos a quienes con sus fogonazos de luz
tocaba.
La gente se
calentaba...Muy, muy cabreada.
Que los animalitos,
pobres, se estresaban con el desfile. ¿Y los padres? ¿Y los niños? Qué nos ha hecho Manuela Carmena. Que lo suyo ni a odio llega: es desidia.
Con un poco de interés,
solo un poco, no hubiera encargado el evento a quién lo hizo, que para
Carnaval...Bueno, servía. Pero para Reyes, no. No se encargan eventos a quienes
de ellos abomina, como abiertamente lo han hecho. De hecho así lo comentaban,
entre ellos y a voz en cuello, mientras "cabalgaban". No Manuela, no.
Y; a ver si quita usted
el trapo de bienvenida a los refugiados, que solo han venido "cuatro"
y molesta y avergüenza que de "cuatro" haga pancarta y la coloque en
MI CASA por tanto tiempo, en SU honor. Que no, en el de los refugiados. Que, en
todo caso, señora, somos los madrileños quienes pagamos su estancia. Y esto me
recuerda que hasta su sueldo nos debe. Su sueldo, el de los ediles y el de los
"percebes" que han paseado mis calles, sin salero y con desgana,
vestidos como les dio la gana y como a usted le placiera. Pero otra vez le
recuerdo que es el madrileño quién paga. Si fuera de su bolsillo y en sus
casas, haga de su capa un sayo y de las cortinas del baño, tres o diez, según
le plazca. Depende de cuantos baños en sus varias casas tenga. Que a mi no me
importa nada.
. Del sermón socio-político que nos soltó como si nada, corramos tupido
velo, que por hoy, ya va bien cargada.
En Madrid un día se
armó, por oír llorar a un niño, la Marimorena. Pues yo hoy, he escuchado a tres.
Solo le digo eso.